Nadie deja su hogar a no ser que su hogar sea la boca de un tiburón


Warsan Shire citado por Amnistía Internacional Cataluña, 2018

Mientras redacto y lees estas líneas miles de personas se ven obligadas a huir de sus hogares porque sus naciones han sido reducidas a escombros y miseria. Otras miles ya se encuentran en algún punto del tortuoso y largo viaje con destinos inciertos, atravesando un sin fin de adversidades inimaginables que constantemente laceran sus cuerpos y su dignidad. A lo largo de su travesía tienen que tomar decisiones que jamás imaginaron: correr para alcanzar trenes en movimiento a los que han tenido que subirse como pueden, arriesgándose a perder las piernas en el intento, alimentarse de limón y sal durante días porque no existe nada más que comer, dormir amarradxs encima de una bestia en movimiento que con cada curva amenaza con tirarles al vacío y con ello toda esperanza, cargar con preservativos ante el riesgo de tener a una veintena de hombres entre las piernas que te ven como un simple juguete para sus depravados deseos, presenciar la muerte de un niño entre tus brazos quien fallece de inanición con los ojos abiertos mientras observa hacia el hondo cielo, escalar paredes con alambres de púas que desangran las manos y los brazos en el intento de llegar al otro lado, esquivar balas, cruzar ríos con los hijos sobre los hombros para no morir ahogados, atravesar desiertos con ámpulas abiertas en los pies y sin gota de agua, esforzarse por mantener los ojos y los sueños despiertos.

¿Por qué alguien decidiría emprender un viaje tan trágico?, ¿Por qué abandonaría su tierra cargando la vida sobre sus espaldas?, ¿Por qué un padre le daría un beso de despedida a su hija mientras duerme sin la certeza de volverla a ver?, ¿Por qué una persona descansaría sobre los helados rieles de un tren con la cabeza apoyada en el estómago de su compañero que tiembla del frío?, ¿Por qué? Definitivamente no por gusto. Tal como nos recuerda la poeta y migrante somalí Warsan Shire en su texto Home: “tienes que entender que nadie pone a sus hijos en un barco a no ser que el mar sea más seguro que la tierra (…) Nadie escogería reptar bajo alambradas ni ser golpeado hasta que la sombra te deje violado, ahogado, obligado a estar en el fondo del barco porque eres más oscuro, ser vendido, pasar hambre, disparado en la frontera como un animal enfermo, ser compadecido, perder tu nombre, perder tu familia”. Ninguna persona optaría por dejar a sus seres queridos y caminar hacia un futuro incierto con la muerte acechando a cada paso a no ser que sea la última opción para sobrevivir.

Desafortunadamente el tortuoso viaje no termina con la llegada al destino porque encima de todas las desgracias por las que han tenido que atravesar, las personas migrantes son recibidas con agresiones e insultos como “volved a casa negros, refugiados, sucios inmigrantes, buscadores de asilo, vienen a llevarse lo que es nuestro con sus manos extendidas, huelen raro, salvajes, mira lo que hicieron con su país ¿qué harán con el nuestro?” (W. Shire, 2018) ¿De dónde nacen semejantes insultos?, ¿De qué gangrena se origina tanto odio y desprecio? El filósofo Zygmunt Bauman nos ofrece una explicación al argumentar que los migrantes son percibidos como extraños que tocan la puerta y provocan inquietud justamente por el hecho de ser “extraños”, a quienes se les atribuyen una serie de prejuicios y estereotipos completamente infundados que distorsionan la realidad. Por lo tanto, inmediatamente se les cierra las fronteras bajo la creencia de que “esos recién llegados tienen toda la intención de mutilar o erradicar nuestro estilo de vida, ese que nos resulta tan consoladoramente familiar” (Z. Bauman, 2018).

En la misma línea de Bauman, valdría la pena preguntarnos ¿si la desconfianza se dirige igualmente hacia todos los “extraños” por el mero hecho de pertenecer a dicha categoría? Es un hecho que la incertidumbre frente al “Otro” nos genera angustia, sin embargo, me gustaría introducir el concepto de aporofobia porque precisamente apuntala este rechazo hacia el pobre que es blanco de los ataques xenofóbicos. Nos guste reconocerlo o no, la realidad es que la violencia discursiva y física no está dirigida hacia los migrantes adinerados que pertenecen a estratos privilegiados en sus países extranjeros, quienes vienen a gastar sus dólares y euros en las naciones de la periferia, al contrario, ellos siempre contarán con las puertas abiertas por los países urgentes de capital. Lástima que no sea el mismo recibimiento para todxs. Ya que mientras a unos se les recibe con gusto a otros con desprecio. En una sociedad tan utilitarista se asume que los desposeídos no tienen nada que ofrecer, siendo reducidos a “migrantes abyectos”, quienes representan una potencial amenaza para la seguridad y bienestar de la población que les ha encasillado en una historia única, negándose a reconocer la humanidad que nos hermana.

Me gustaría hacer hincapié en una última reflexión de Baumann, en torno a cómo lxs migrantes son una renovada versión de las “personas anuncio” que han existido a lo largo de la historia para expresar “el fin del mundo”. En este sentido, son mensajeros que vienen desde muy lejos para recordarnos sobre trágicas realidades que con gusto ignoramos ergo olvidamos porque nos resultan muy incómodas y rompen con nuestras pequeñas burbujas cotidianas. Lamentablemente, vivimos en una sociedad en donde existe una predilección a permanecer distantes e indiferentes ante las desgracias que acontecen en el mundo y que se inscriben en el cuerpo de los migrantes que tocan nuestra puerta. Preferimos asumir una actitud indolente frente al sufrimiento ajeno porque nos negamos a reconocer nuestra propia vulnerabilidad e insoportable incertidumbre existencial. Por tal motivo, se descarga la ira sobre aquellos que nos interpelan porque se asume que “con ello tal vez nos aliviemos de la humillación de nuestro desvalimiento y nuestra incapacidad para resistir la anuladora precariedad de nuestro propio lugar en el mundo” (Z. Bauman, 2018).

A manera de reflexiones finales quisiera apuntalar que ninguna persona tomaría la difícil decisión de tocar a nuestra puerta a no ser que su casa haya sido reducida a cenizas. Son tiempos muy inciertos donde reina la incertidumbre sobre el futuro de la humanidad ante problemáticas globales que anuncian aceleradamente una consecución de tragedias de dimensiones desconocidas. Nuestra casa común está en llamas y tarde o temprano sus flamas nos van a alcanzar, amenazando la existencia de nuestras naciones, yo me pregunto si, cuando llegue el momento, ¿me gustaría que a mí me recibieran como hermano o extraño cuando toque la puerta?

Referencias

Amnistía Internacional Cataluña. 2018. Poema “Hogar” de Warsan Shire. Recuperado de: http://www.amnistiacatalunya.org/edu/2/dudh/dudh-w.shire.html

Bauman, Z. 2018. Extraños llamando a la puerta. México: Paidós, Estado y Sociedad.

Digiprove sealCopyright secured by Digiprove © 2022 Ana Limón Martínez