“Se llamaban tú. Se llamaban yo. Se llamaban nosotrxs. Se llama México”

Fragmento del poema “Los muertos” de María Rivera, 2011.

A dos semanas de la masacre ocurrida en Tonalá reina el silencio, el olvido y la impunidad. Como de costumbre en este país, no existen respuestas que aclaren las interrogantes de investigación más elementales, tales como: ¿quién disparó?, ¿bajo las órdenes de quiénes? y ¿por qué les asesinaron?, entre muchas otras preguntas que no han sido esclarecidas ni existe la voluntad política de hacerlo. Hasta la fecha no se ha emitido ninguna sentencia condenatoria y el asunto ha dejado de importar en lo más mínimo, siendo completamente relegado al rincón de las grandes tragedias. Las autoridades ya no le prestan atención y cuando lo hacen, se reducen a adjudicarse la responsabilidad entre los distintos niveles de gobierno, como si el combate a la violencia fuera jurisdicción exclusiva del gobierno federal, estatal o municipal. Duele e indigna que los gobernantes se excusen y deslinden de los hechos bajo la lógica de “esa no es mi chamba” o “no es mi culpa, sino del otro”. Ya es tiempo de que los funcionarios públicos escuchen más allá de su propia voz, sean humildes y asuman su obligación de garantizar la seguridad de la ciudadanía que es la principal función del Estado.
Lamentablemente, el trágico acontecimiento de Tonalá forma parte de un espiral de violencia que desde hace décadas desangra a México. Los nombres de Moisés, José Luis, Luis Alberto, Ricardo, Caridad, Salvador y otrxs, se suman a la larga lista de víctimas que se han perdido en las páginas de los periódicos. Las 11 personas asesinadas en Tonalá forman parte de “los muertos a los que madres y padres no se cansan de esperar, los muertos a los que hijos no se cansan de esperar, los muertos que esposas no se cansan de esperar” (Rivera, 2011). Durante el 2021, se han reportado por lo menos cinco multihomicidios en Jalisco, uno de los principales bastiones del Cártel Jalisco Nueva Generación que mantiene presencia en prácticamente todos estados de la república (El País, 2021). Como respuesta a la crisis de violencia, el gobierno de Andrés Manuel ha optado por reforzar la seguridad en el estado, mediante el fortalecimiento de
la militarización de la seguridad pública.
Una vez más, las autoridades continúan apostando por una estrategia completamente fallida que sólo ha generado un aumento de la violencia generalizada y sistemática a lo largo y ancho del territorio nacional desde hace décadas, incluyendo graves violaciones a los derechos humanos, tales como: desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, actos de tortura, entre muchos otros crímenes atroces cuyas víctimas “se llaman chambrita tejida en el cajón del alma, ganas de bailar en las fiestas, se llaman rubor de mejillas encendidas y manos sudorosas, se llaman muchachos (…) Se llaman besos a la orilla del río. Se llaman secretos de sicarios, secretos de masacres, secretos de policías. Se llaman llanto, se llaman neblina, se llaman cuerpo,
se llaman piel, se llaman beso, se llaman abrazo, se llaman risa, se llaman personas” (Rivera, 2011).
Urge un cambio de paradigma de la seguridad en México que no se base en “cuánta más fuerza se necesita para acabar con la violencia”, sino en “cuánto más Estado se requiere para atender la violencia” tal como argumenta el profesor y activista Jacobo Dayán. Existen varias propuestas por parte de sociedad civil y organizaciones internacionales muy interesantes que se podrían instrumentar para atender la catástrofe de violencia en el país, cuyas cifras son muy similares a los países en guerra. Por ejemplo, se destaca la creación de una comisión de la verdad, acompañada de un mecanismo extraordinario e internacional de investigación y procuración de justicia, etc. Probablemente algunas de las iniciativas no surtan los efectos esperados; sin embargo, lo que es un hecho es que la tendencia de la militarización no es la respuesta a la crisis humanitaria que vivimos, sino todo lo contrario, la agrava.
Finalmente, es importante reflexionar sobre la preocupante normalización de la violencia en México, el país de las masacres cotidianas. Desde hace tiempo una balacera más, el descubrimiento de una fosa común, la desaparición de un grupo de jóvenes, entre muchas otras violencias, han dejado de provocar la más mínima conmoción. Parecería que hemos desarrollado una inmunidad muy peligrosa ante los horrores que se cometen todos los días con total impunidad. Conscientes o no, pensamos y reproducimos esta narrativa de que “eso” que les pasó a “aquellxs” sucede “allá”. Aún nos cuesta entender que esas tragedias son muy cercanas y
muy pronto tocarán nuestra puerta, sino es que ya lo han hecho. Recientemente escuché a un joven que se cuestionaba “¿se nos desgastó toda capacidad de asombro e indignación?”
Desafortunadamente, la indiferencia se ha convertido en un perfecto mecanismo para evadir el monstruo que devora nuestro país. Ojalá cuando despertemos (si es que despertamos) no sea demasiado tarde.

Referencias

  1. El País. 2021. Tonalá: Un grupo armado asesina a 11 personas en Jalisco. Recuperado de: https://elpais.com/mexico/2021-02-28/un-grupo-armado-asesina-a-11-personas-en-jalisco.html
  1. Mérida, J. 2011. Poema “Los Muertos”, Marcha Nacional por la Paz 2011. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=gYtLFMwQZh
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