Si sorprendentemente existen guerras en nombre de Dios, la paz en nombre de Dios debe ser un camino mucho más sencillo.

Desde tiempos antiguos, guerras y atropellos a la dignidad humana se han cometido bajo una justificación religiosa. Desde Oriente hasta Occidente, los extremismos religiosos han llevado a los conflictos más prolongados y difíciles de encontrar solución debido al hecho de que están fundamentadas en cuestiones identitarias y culturales- es más fácil encontrar la solución a un conflicto por razones económicas o comerciales que a uno que se justifica en cuestiones de identidad.
Este fundamentalismo se debe: a la creencia de poseer la verdad absoluta y al desconocimiento de las religiones, tanto la propia como las demás. Las tradiciones religiosas tienen más cosas en común de lo que podemos pensar. En el fondo, todas apuntan hacia un mismo ser humano. Un ser humano que busca una mayor humanización a través de la experiencia de lo Trascendente. Y ni hablar de las similitudes entre las religiones de libro (cristianismo, judaísmo e islam), las cuales tienen fe en que todos y todas somos seres creados por el mismo Dios, nacidos con la misma dignidad y los mismos derechos.
Teniendo en cuenta lo anterior, se puede lograr un diálogo que permita encontrar similitudes y moverse juntas hacia la búsqueda de la amistad, la fraternidad y la paz.
Como dije anteriormente, los conflictos religiosos, pueden ser los más exhaustivos en encontrar soluciones. Sin embargo, con un trabajo cooperativo, paciente y fraterno, los líderes religiosos deben de demostrar que la religión es una fuente de fortaleza que se necesita para llevar a los creyentes en el camino hacia la paz [1].
En realidad, no existe religión que no busque la armonía entre los seres humanos. El Papa Francisco y el Gran Imán Ahmad Al -Tayyeb en el documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común reconocieron que,


[L]as religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos religiosos que han abusado —en algunas fases de la historia— de la influencia del sentimiento religioso en los corazones de los hombres para llevarlos a realizar algo que no tiene nada que ver con la verdad de la religión, para alcanzar fines políticos y económicos mundanos y miopes [2].


El diálogo interreligioso, tanto entre sus líderes como entre creyentes, es esencial en las negociaciones y en los procesos de resolución de controversias, en especial en aquellos donde se encuentran en disputa tierras y lugares sagrados – por ejemplo, el conflicto palestino-israelí- o en áreas donde este es claramente entre religiones – como en Mindanao, Filipinas. Pero no se debe limitar a este tipo de conflictos. Las religiones han tenido un papel fundamental como constructores de paz en muchas disputas políticas y sociales tanto internas como internacionales.
Si bien las religiones deben respetar la autonomía política y partidaria, no pueden relegarse únicamente al ámbito privado quedándose al margen de la construcción de un mundo más pacífico [3]. Al contrario, deben ser agentes proactivos de este.
Es necesario hacer énfasis en que el diálogo interreligioso debe ser tanto entre sus líderes como entre los creyentes. Los acercamientos que ha habido hasta ahora se han quedado en las cúpulas de las instituciones religiosas con el fin de producir entendimiento mutuo. Si bien esto ha sido fundamental, es imprescindible que, en primer lugar, este encuentro permee a los fieles para lograr la convivencia social y, en segundo lugar, que el propósito sea un fin social para la resolución de conflictos y la construcción de paz.
En suma, un encuentro interreligioso permitirá que líderes y fieles vayan más allá de sus diferencias al encontrar puntos en común y comprender que finalmente todos y todas fuimos creados como seres iguales. De esa manera encontrar soluciones constructivas donde la humanidad de todas y todos sea respetada, y así caminar hacia la paz.

Referencias

[1] Bakkevig. Tond. 2015. “Religious Dialogue as a Contribution to Political Negotiations: A Practitioner’s Report”. En Negotiating in Times of conflict editado por Gilead Sher y Ana Kurz. Tel Aviv, Israel: Institute for National Security Studies, 95-106.
[2] Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi. Febrero 4, 2020. http://www.vatican.va/content/francesco/es/travels/2019/outside/documents/papa-francesco_20190204_documento-fratellanza-umana.html
[3] Francisco. Carta encíclica. Fratelli tutti. Octubre 3, 2020.

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